jueves, 26 de febrero de 2015

La última guerra mundial

El sobreviviente, el último hombre en aquellos parajes, una vez frondosos, hoy perentorios desiertos, cayó y no se levantó más. La última mujer, con una sonrisa de muy viva satisfacción en medio de tierras muy muertas, se hizo a las últimas gotas de agua potable del planeta. De un solo garrotazo había ganado la última guerra.

martes, 17 de febrero de 2015

La imperante necesidad de una revolución cultural

Desde que el hombre aprendió a utilizar las fuerzas mecánicas a su favor y el maquinismo dio paso a la era industrial, los impactos de la civilización sobre el medio ambiente han venido creciendo de manera exponencial, tanto en cantidad como en magnitud y gravedad. Después de la Segunda Guerra Mundial (que dicho sea de paso, además de haber sido un crimen contra la humanidad también lo fue contra la Tierra misma), el modelo estadounidense de producción y consumo desenfrenados se implantó en la mayor parte del mundo, siguiendo una importante lección económica que dejó la guerra. La Unión Soviética y algunos países árabes, no alineados con el modelo capitalista consumista norteamericano, tenían también sus propias maneras de impactar negativamente el planeta.

Recién la ciencia empieza a comprender la verdadera magnitud de la problemática ambiental ocasionada por la acción del hombre en la Tierra. Sus métodos, caracterizados por el reduccionismo y la especialización in extremis del conocimiento resultan ciertamente poco útiles en la comprensión del problema. Una ciencia altamente especializada en las partes no puede ofrecer soluciones a una problemática tan compleja y amplia, tanto como lo es la cultura humana.

La civilización se ha acostumbrado al ritmo de vida impuesto por las grandes economías y la industria. Consumo, luego existo, la máxima del modelo económico y social imperante en los últimos tiempos. Parece que en la nueva sociedad humana, la cumbre del desarrollo técnico y económico, importa más tener que ser. El hombre está perdiendo paulatinamente su condición humana. Cualquier otra forma de entender la existencia del ser humano en la Tierra es considerada por los defensores del modelo como primitiva, incluso salvaje.

Crece o muere, la ley primordial, subyacente y transversal a todas las economías del mundo, llámense estados o compañías multinacionales, va en contra de las leyes de la naturaleza. Una economía basada en el crecimiento infinito es axiomáticamente insostenible en un planeta finito. Al ritmo actual la Tierra no tardará en agotarse, la economía no podrá seguir creciendo y la civilización colapsará. Crece o muere.


La civilización está en una grave crisis, cuyas causas aún estamos empezando a entender y que, sospechamos, están profundamente arraigadas a la cultura misma y a los constructos socioeconómicos de los últimos tiempos. Más que nunca en toda la historia y para salvaguardar la vida en la Tierra, la humanidad como conjunto debe evolucionar radicalmente y cambiar la forma de entenderse a sí misma y a sus relaciones con el ambiente. Si el hombre quiere pensarse a sí mismo en el futuro, necesita una revolución científica, tecnológica, social, ética, económica y cultural. Es nuestro deber.

viernes, 6 de febrero de 2015

El niño Mankiw

Café en mano, mirada perdida, pensamientos en las nubes, la maestra se dejó caer en un sillón que en algún momento usó su abuelo y, antes, algunos más. Debía tener más de doscientos años y, con los cuidados pertinentes, aún podría servir a varias generaciones. Por qué no, pensó, a alguno de sus pupilos. Eran tan fascinantes, tan inquietos y curiosos; estaba segura de que todos los días ella aprendía mucho más de ellos que ellos de sus rústicos conocimientos.

Café en mano, mirada perdida, pensamientos en las nubes, siguió dándole vueltas a la pregunta que el aprendiz Mankiw le disparó en la mañana y que se había aferrado a su mente, como un sequoya se aferra a la tierra por generaciones. Endor Mankiw, de solo cinco años, el más brillante de todos, soñaba con ser senador algún día. Era un niño excepcional, pensó la maestra, de esos que nacen una sola vez al siglo.

¿Qué pensaban los hombres del pasado y por qué le hicieron tanto daño a nuestro mundo?

De dónde habría surgido esa inquietud, la maestría no tenía idea. Tal vez el niño encontró un registro antiguo de la Interpedia. Cómo le encantaba a Endor dejarse absorber por la Interpedia, más que a ninguna persona que ella jamás hubiera conocido; apenas sabía leer y ésta ya era su juguete preferido. Interpedia apenas mencionaba generalidades vagas sobre la crisis de la civilización terrestre a principios del tercer milenio. No era probable que la pregunta hubiera surgido allí. Tal vez la mente del niño estaba inimaginablemente lejos de ser convencional. Ni siquiera ella ni sus colegas habían cuestionado los motivos que impulsaron a los hombres de los viejos tiempos a agredir con crímenes inexplicablemente atroces a la tierra madre y a las especies hermanas. Muy pocos en toda la historia lo hacían. Era algo incomprensible, un sinsentido en mayúscula. La historia se había vuelto cada vez más difusa, hasta terminar diluyéndose por completo en el mar de los milenios. A nadie le gustaba hablar de ello, y  sin embargo estaba Mankiw, el niño que jugaba a indagar lo que el resto prefería ignorar. El negro pasado fue paulatina y voluntariamente olvidado al igual que se olvida una horrible pesadilla. Ahora la humanidad prefería soñar su futuro brillante en la galaxia.

La maestra finalmente se resignó a no encontrar una respuesta. Se levantó del sillón de su abuelo, suyo y de muchas generaciones pasadas y futuras, e intentó imaginar cuál sería la nueva pregunta difícil que nacería de la prodigiosa mente del niño, como la buena semilla que nace de la tierra fértil, como la estrella que nace del polvo en el vacío. Café en mano, mirada perdida, pensamientos en las nubes, la maestra se rindió una vez más, la infantil inteligencia del niño Mankiw era ya más grande de lo que la suya jamás llegaría a ser.

Antes de dormir, la maestra pensó una última vez en Endor Mankiw, el pequeño senador. La galaxia entera se vería en buena posición si aquella ilusión infantil lograba materializarse algún día.