lunes, 30 de diciembre de 2013

El Dios en una tostada

Hasta el Dios omnipotente, creador de todo lo que fue y todo lo que será, ha necesitado de vez en cuando ciertas pausas en sus labores habituales, propias de su rol como amoroso dictador del universo. Dichas pausas, que son exactamente lo contrario a un descanso, han tenido duraciones muy variables y consecuencias también bastante diversas. En estos intersticios laborales, Dios ha debido olvidarse por completo de los asuntos que aquejan a sus diminutas creaciones conscientes, vaya paradoja, para preparar una inefable demostración de su infinita compasión hacia la especie humana. El diluvio y las plagas que lanzó contra los egipcios fueron decisiones que no tomaron mucho tiempo; mandar a morir a su propio hijo para salvar a la especie de un mal creado por él mismo, en cambio, le tomó varios siglos de cavilaciones.  

Como ya se ha mencionado, entre aquellas pausas las hay de toda duración y con variables consecuencias. Unas no han tomado más de unas horas y sus efectos no han ido más allá de un gol en contra del equipo de fútbol que puso sus esperanzas de ganar en el todopoderoso. Otras han tardado milenios enteros. Se dice incluso que eso que los humanos llaman "Edad Media" fue uno de esos lapsos en que Dios ha debido ausentarse; salvo por que en ésta él mismo dejó claras instrucciones para que los clérigos se encargasen de llevar a buen término sus planes y mandatos. De hecho, todavía se encuentran, no con mucha dificultad, quienes se jactan de pertenecer al linaje de hombres que dieron sus piadosas vidas (y acabaron con las ajenas e impías) para cumplir la voluntad de Dios. Estas mismas personas, curiosamente, se niegan a aceptar el regalo que su divinidad les obsequió; eso que todos los humanos conocen como "Renacimiento".

Y no lo pongan en duda, queridos e insignificantes humanos, la terrible crisis por la cual atraviesa su especie es solo el producto de otra de estas ausencias del Dios redentor. Pero no desfallezcan. Pronto el hambre, las guerras, la desigualdad y las crueles injusticias del capitalismo se irán (justo como otrora sucedió con el atroz comunismo ateo). Como buen allegado al Creador que soy, él me ha comunicado de primera mano sus intenciones. Su decisión ya está tomada y en breve, una inconfundible muestra de su amor omnipotente estará en manos de ustedes; un mensaje de alegría, el final de todos los males que aquejan a la pobre humanidad. La esperanza volverá en una grandiosa exhibición de Su poder. 

No deben confundirse, recuerden que los medios que usa el Padre son misteriosos para ustedes. Crean en el poder de su Dios y sean testigos de su magnificencia cuando vean el rostro de su propio hijo, Jesucristo, en una tostada quemada por el fulgurante amor del Padre.


lunes, 9 de diciembre de 2013

El país del Sagrado Corazón

Hoy, en esta ciudad, ha ocurrido una tragedia. La democracia murió. 

En mis cortos veintiún años de vida he tenido que ver cómo en las noticias de medio día se narran con completa neutralidad sucesos totalmente inverosímiles. Recuerdo haber escuchado a la presentadora de ese entonces decir que Jaime Garzón (uno de mis primeros ídolos de infancia) había sido asesinado. Recuerdo a otra presentadora contándome con notorio entusiasmo que el asesino de Jaime Garzón fue elegido y reelegido presidente. La recuerdo en infinidad de ocasiones, más madura ella, contoneándose al compás de la cosa política, bailando siempre las mejores notas con la derecha política y negándose a levantarse de su asiento si quien pedía una pieza era la izquierda. Hoy la escuché. Tenía el tono de voz de alguien que intenta contar algo de manera imparcial, pero que se infiere está saltando en una pata por la dicha. 

Alguna vez dije en uno de mis textos que Colombia es una especie de agujero negro donde desaparece todo atisbo de razón y lógica. A priori puede parecer que fui ingenuo al escribirlo; achacarle a la irracionalidad los problemas de este bendito vividero (que más bien es moridero) parece un poco simplista. Detrás de cada decisión que toma el poder en este país hay una intrincada red de intereses políticos y económicos que buscan, como siempre, hacer la ley de los menos. Pero si uno mira las consecuencias de tales decisiones (por ejemplo, destruir el medio ambiente o dar balazos a quemarropa a la democracia y a quienes creen en ella) y evalúa los motivos de astucia infantil que sustentan tales decisiones, es difícil no darse cuenta que en Colombia se administra con las nalgas.  

Hoy fue destituido el Alcalde Mayor de la ciudad de Bogotá, Gustavo Petro Urrego. Hace dos años perdí mi virginidad electoral y mi primer voto se lo dí al tipo que pensé que podría hacerlo diferente. Llegó un hombre de marcada ideología de izquierda, planteando ideas tan revolucionarias como devolverle el poder a lo público, desprivatizar, crear en Bogotá una sociedad más incluyente y, sobre todo, más humana. En su momento fue una ruptura en extremo radical puesta frente a la prolongación del mismo discurso politiquero que ha dominado a Colombia durante toda su historia. Mi decisión estaba tomada. La decisión del pueblo bogotano estaba tomada.

He de admitir que en más de una ocasión he querido abandonar este naufragio al que llamamos país. Cada día son más inverosímiles las historias que nos cuentan los noticieros, cada día hay más y más fuertes motivos para indignarse a las doce y media (y eso sin querer pensar en lo que no nos cuentan). Es claro que nuestra gloria ya no es tan inmarcesible y nuestro júbilo no es inmortal. Siempre que quise abandonar, largarme de este pedazo de tierra hermosa gobernado por atroces carroñeros, pensé en tipos como Gustavo Petro, la señora Ángela María Robledo o Antanas Mockus; personas que también son conscientes de que el país se hunde, pero en vez de abandonar el barco se sumergen hasta el casco e intentan soldarlo, viven en función de evitar el naufragio.

Hoy Colombia nos recordó que no se puede soldar bajo el agua. 

Petro, Ángela María Robledo y Mockus son humanos, no son perfectos, se equivocan. Petro se equivocó de muchas formas. La mayor de sus equivocaciones fue, yo creería, atreverse a declararle una guerra contra las mismas cuarenta familias que conforman toda la élite del poder colombiano. 

Es clara mi filiación política con Petro, pero eso no es relevante aquí. La indignación viene en cuanto a que hoy no se ha ofendido a un hombre o a un partido político. Hoy se ha ofendido a la democracia. Hoy se ha irrespetado la decisión de todo un pueblo; los grupos de poder, en cabeza de su dictador, han dado un mensaje muy claro. Aquí, la defensa de lo público es un delito. Aquí, pensar diferente y separarse de las intenciones de los poderosos merece castigos ejemplares. Aquí la democracia es un adorno. Hoy fue Petro, mañana puede ser cualquiera. 

Recuerdo haber salido de mi hogar, consternado, sin palabras, pensando en las implicaciones de lo que ha sucedido hoy. Quedó claro que el país del Sagrado Corazón tiene el corazón podrido por los sagrados gusanos que lo controlan.