domingo, 31 de marzo de 2013

Eppur si muove

Entré a tomar rápidamente un café en uno de tantos Starbucks vulgares y abundantes de la ruidosa Nueva York, pero una hoja de papel agitada por el viento llamó mi atención y me obligó a bajar un poco el ritmo. Todos estaban concentrados en la televisión, el Secretario General de la ONU estaba dando los detalles que resolvían el misterio de las explosiones aéreas sobre el bajo Manhattan que se dieron en la madrugada de ayer. Todos hablaban de un conflicto, una guerra nuclear, tal vez Corea del Norte. Aquellos fulanos en el café prestaban gran atención a las palabras del anciano diplomático, pero la hoja, manuscrita y evidentemente garabateada de afán, se me antojó más interesante. Estaba fechada de hoy mismo, 5 de abril de 2017, y la tinta aún estaba fresca. Empecé a leer:



La decisión está tomada y ningún ser racional -humano o lo que sea- puede hacer caso omiso, bajo pena de muerte. Justo hace una semana y en uno de mis escasos ratos libres, vi una película asombrosamente similar a este momento histórico. Los productores hollywoodenses tienen razón, y me cuesta aún entender cómo lograron anticipar un suceso que mezcla tan hábilmente el cliché con lo inverosímil. El primer contacto entre humanos y aquellos que ahora llamamos los viajeros de las estrellas (pura diplomacia) se dio con ciertos dejos de guerra espectacular y corta. Y es bien sabido que pocas labores las hay más titánicas que el ocultar una guerra, por más breve que sea, y lo es más cuando esta decoró Nueva York con explosiones, aviones destruidos, naves disparando y caos por todas partes. Mas en la tregua entre nosotros y ellos acordamos los términos de una posible colaboración futura, que exige el más ciego y fanático silencio mutuo. 

Si bien esto puede significar el derrumbe de nuestra civilización como la conocemos, también es el descubrimiento más grande en nuestra historia como raza humana. Me niego a ocultarlo, simplemente me niego. Esto es revolucionario, esto es... indescriptible. Soy como Galileo anunciando en juicio público que la Tierra se mantiene estática en el centro del Universo. Mis palabras engañarán a todo un planeta, alterarán el curso de nuestra historia, y no conozco los motivos de esas cosas que se hacen llamar viajeros. Juzgo necesario que los demás sepan qué ocurre, que se preparen. En todo caso, esas cosas iniciaron una guerra. 

Espero que alguien sensato lea estas letras y sepa actuar sabiamente. Soy el Galileo de mi...




Y la carta termina en un rayón indescifrable. Justo a tiempo finalicé mi lectura para escuchar por la televisión al Secretario General de la ONU cerrar su discurso con unas palabras que a priori no tienen sentido en el contexto pero, pensándolo en frío, son la clave para descifrar aquella carta garabateada con afán que recién transcribí: Eppur si muove. Al Secretario General no lo volví a ver desde la conferencia de prensa, sin embargo algo me hace estar seguro de que su suerte no fue precisamente buena. Y lo que es peor, presiento que mi destino será el mismo. Espero que alguien sensato lea también estas letras y cuente con mejor fortuna para actuar sabiamente.

lunes, 11 de marzo de 2013

La Filosofía vive en ti, amigo androide

El sábado en la tarde, en un arrebato incontrolable de consumismo desaforado, compré una copia del bestseller de Stephen Hawking, "El Gran Diseño". Pronto y alegre caminé unas cinco o seis cuadras hasta mi café preferido y, después de ordenar un espresso, tomé asiento en una mesa para dos y extraje el libro cuidadosamente de su empaque. Lo tanteé y luego de un par de hojeadas, comencé la lectura del primer capítulo introductorio.

Como suele ocurrir en una buena porción de libros sobre divulgación científica, se inicia con un breve recuento sobre la historia de la Filosofía naturalista que abarca las ideas de las escuelas jónicas hasta Copérnico, Galileo, Descartes y Newton (entre otros), toda vez que estos personajes protagonizaron la aparente ruptura entre Filosofía y este nuevo enfoque epistemológico al que nos referimos  actualmente por Ciencia. La idea central de esta brevísima entrada de blog es explicar el porqué de la negrilla y cursiva en la palabra "aparente".

Bien, al grano. El primer párrafo del libro es un recuento de lo obvio: todo hombre en algún momento de su vida se ha planteado cuestiones como el origen de la vida, del universo, por qué estamos aquí en vez de que no exista nada y cuál es la naturaleza de la realidad. Hasta ahí no hay problema, sin embargo la primera frase del segundo párrafo es la que encuentro jocosa y al tiempo chocante. Dejemos que el mismo Hawking nos ilustre:

Tradicionalmente estas son cuestiones para la Filosofía, pero la Filosofía ha muerto. La Filosofía no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la Ciencia, en especial de la Física. Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del conocimiento.

Bien, en verdad es hilarante y al tiempo un poco ofensiva, pero ofensiva ingenua esa frase. Me sorprende que un tipo del talante de Hawking haya cometido un gazapo tan cientificista (Carajo, que ya no estamos en el S. XIX y el cientificismo es solo para estudiantes engreídos e ingenuos de ciencias puras). Si bien Popper y su combito de amigos del Círculo de Viena (What a fancy name!) dejaron bien zanjado el asunto en favor de las variaciones lingüísticas que dan origen a varios problemas filosóficos, aún existen personajes que piensan erradicar la Filosofía con Ciencia.

Es un ejercicio casi estéril hacer un recuento exhaustivo (ya se han hecho miles), simplemente me limito a decir que la Ciencia es un enfoque epistemológico bastante concreto -y por cierto, con ciertas fallas- de la Filosofía, como madre y real portadora de la antorcha del conocimiento. El científico habría de ser un poco más humilde y reconocer que no solo su quehacer surgió de la Filosofía, sino que su quehacer es una forma más de hacer Filosofía. Y en este aspecto mi muy apreciado Carl Sagan (quien en los últimos años de su vida se doctoró en Filosofía) fue muy prudente y respetuoso, no solo al saberse un filósofo más sino al reivindicar un poco a las creencias dogmáticas toda vez que estas buscan lo mismo que la Filosofía (y la Ciencia, que es una de sus ramas): conocer y entender el Universo que nos rodea y la naturaleza de la realidad.


Hawking no es Carl Sagan, Hawking es un poco más arrogante e ingenuo en estos temas. Me resulta bastante curioso, pues en el capítulo siguiente gasta dos páginas haciendo la aclaración -correcta- de que la Ciencia moderna opera bajo el enfoque de realismo de acuerdo al modelo, es decir, de entrada dar por cierta la existencia de una realidad ajena al observador e inalterable a la percepción del mismo, la cual se puede medir y analizar. Y he aquí lo jocoso del asunto, la antorcha que ilumina el conocimiento humano opera obviando de entrada dos variables que son fundamentales para el estudio filosófico: la existencia (o no existencia) de una realidad objetiva y la inalterabilidad (o alterabilidad) de la misma. Y luego, cuando habla de la física cuántica, hace la alusión -correcta también- de que a nivel microscópico, la realidad se altera cuando es observada.

En conclusión, la Ciencia es solo una rama de la Filosofía (aunque esto cause escozor a filósofos y a científicos, hay que reconocerse parte de una única llamarada en la antorcha) y, siendo una rama, tendrá que echar mano de los enfoques filosóficos a cuestiones como la objetividad de la existencia y la inalterabilidad de la misma, cuanto más de problemas mayores como el porqué de la existencia y el origen mismo del Universo o Multiverso.

En definitiva, y así te duela un poco aceptarlo, la Filosofía vive en ti, querido Hawking, eres su adalid.



lunes, 4 de marzo de 2013

Hasta que se desintegre el papel

Dejó su trabajo, vendió todas sus posesiones, escribió nueve cartas de despedida y en su último día, delicadamente, dobló por la mitad y dejó en su escritorio un viejo periódico de hace veinte años. Veinte años exactos. Y nadie supo nada más de él. Solo la primera plana de aquel periódico amarillento y roído conocía su destino, su historia y su final. Figuraba, figura y figurará su nombre -hasta que se desintegre el papel- como aquel del primer humano en lograr el viaje en el tiempo.