El sobreviviente, el último hombre en aquellos parajes, una vez frondosos, hoy perentorios desiertos, cayó y no se levantó más. La última mujer, con una sonrisa de muy viva satisfacción en medio de tierras muy muertas, se hizo a las últimas gotas de agua potable del planeta. De un solo garrotazo había ganado la última guerra.
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