ESTA TIERRA YA no es la mía. Estos campos frondosos
y las flores de la mañana ya no me susurrarán esperanza, no volveré a acurrucarme
ante sus pétalos. La hierba tupida ya no crepitará cuando me abra paso con un
azadón gastado. El azadón seguirá recostado en la pared. Seguiré anhelando
abrir el verde mar de mis praderas y deslizarme sobre sus olas. Nunca más
plantaré una vida. Los días de emular al creador, viendo nacer la vida del
barro mismo, se terminaron. Esta tierra ya no es la mía. Y ya no tengo nada que
lamentar. Los cartuchos fueron vaciados y litros de sangre fueron derramados.
Solo me queda esperar la muerte. En cualquier momento golpeará a la puerta y se
entrometerá por la fuerza en mi pecho desvalido. Ya una bala está marcada con
mi nombre. Mi tierra, lo único que realmente tuve, ya no me pertenece más. Ahora
es tierra de guerra, de muerte, tierra de nadie. A mí ya no me atañe
preocuparme más por ella. Es momento de aguardar.
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